lunes, 2 de marzo de 2009

Audax 2 - Unión 2


Una cosa que me tiene loco es que no puedo dejar de ver fútbol. Me encanta ir al estadio. Algo hay en estos lugares que me atrapan: la gente, los cantos, la expresión popular, el juego. Trato, entonces, de ir seguido. Esta semana la oferta futbolera invitaba a La Florida: estadio nuevo, Orellana, Unión puntero. Entonces: hay que puro ir. Pepe, el acompañante estrella. Hermano de Ale, hincha acérrimo de Unión, hombre de fútbol.
Llegamos con tiempo de prudencia, dada la asistencia que se esperaba. No fallamos: logramos sacar entradas con relativa rapidez, después sabríamos de los reclamos de la gente, y observábamos cómo seguía entrando gente a los diez, quince, veinte minutos. Resultado: la galería de Unión prácticamente llena: dos mil quinientos, tres mil hinchas que, sumados a los situados en tribuna Andes, se hicieron sentir como locales en cancha ajena. Ante esto, una duda: ¿por qué una semana atrás en Santa Laura en el juego con la U hubo tan poco hincha hispano? En fin, por lo menos la Furia Roja animó la fiesta e hizo que Los Tanos, en la galería del frente, apenas se escucharan.
La primera sensación al entrar al estadio fue de admiración y un tonto orgullo por entrar a un lugar realmente hermoso, que invita a venir y a presenciar fútbol. Situados en la galería norte, comprobamos que realmente se ve muy bien desde cualquier lado, muy cerca del arco, algo que no ocurre ni en Santa Laura, el mejor lugar, hasta hace poco, para ver fútbol. La Florida, de verdad, tiene un hermoso estadio.
Y por suerte, el fútbol acompañó. Gran partido. De ida y vuelta, con una Unión que se vio algo apretada al principio por un Audax que mereció irse en ventaja, pese a la absurda expulsión de Orellana a los 40' por un foul que solo el árbitro juzgó como penable. Por culpa de esta poco criteriosa decisión nos quedamos sin poder ver a quien era, en parte, una de las causas de mi visita. Penoso. Pero bueno, como alguien sabiamente dijo, estas son las cosas del fútbol, tan así, que Unión se fue en ventaja con un gol que, desde la galería, se vio que no entró. 1-0 y a descansar.
El segundo tiempo fue muy bueno. Audax, con uno menos, no bajó los brazos y mostró determinación para ir al arco contrario. Se pareció al mejor Audax de la era Toro, con toque y amor propio, pero en versión Marini, un asociado a la "ideología Bielsa". Así, logró el empate a través de Rieloff, un flaco desgarbado empeñoso, dinámico y decidido. Tiro desde la derecha, rebote, palo del arquero y gol. Pero Unión tenía en el banco a Manolete, adorado por la parcialidad hispana. A poco de final sacó un tiro desde el área grande fiel a su estilo, rodeado de defensores, pero sin pedir permiso. Puntazo fuerte, abajo, como los goleadores, y a cobrar. Parecía que la Unión sacaba ventaja definitiva. Parecía lo lógico. Pero Audax también tuvo banca. Quiroga y Mallea entraron con todo y Audax siguió mostrando una buena cuota de hambre, la misma que permitió una semana atrás vencer a Colo Colo, en la primera visita oficial de los albos a la vecina comuna. Así, en un córner, cabezazo de Gigena, segunda pelota, agilidad de Mallea, revés, gol. Marín no alcanza a reaccionar. Dos a dos, con uno menos, merecido, por la entrega y porque Unión mostró -en los dos goles- pequeñas licencias defensivas que, como en este caso, cuestan caro.
En conclusión, nos fuimos con la alegría de haber presenciado un gran partido de fútbol, en un gran estadio y con un marco de fútbol de antaño, ese del hincha decente, tranquilo, pero apasionado. El hincha de siempre, el clásico, el que pierde el tiempo por amor al juego, y que en nada se parece a los que ostentan su agresividad absurda.
Por esto, también, la nostalgia posterior. Esa sensación de haber retrocedido veinte años en el tiempo para presenciar un espectáculo antiguo, en medio de una fiesta como las de antes.

2 comentarios:

  1. Aunque no se nada de fútbol, me imagino que los hinchas de Unión no fueron al partido con la U por miedo. Y eso es triste.
    Creo que hay pocas cosas más fascistas que el fenómeno de restringir tu uso de espacios y lugares por un gran miedo a que un otro (grande, sin nombre, "la delincuencia azul") vaya a hacerme algo a mi, a mi familia, a mis amigos.
    Triste es entonces, que el fascismo neoliberal tenga otro triunfo en una cosa como el fútbol.

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  2. Claro que sí, pues. Es como el panóptico de Foucault: el mejor celador de tu conducta no es quien te observa sino la propia internalización del deber, la moral, el miedo, etc. O, como diría Freud, tu gigantesco superyó, jajaja.

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