miércoles, 8 de julio de 2009

Cuando la U sale campeón

Siempre me gustó Santa Laura. Porque es el estadio más antiguo de Chile (1927). Por el barrio, que aún conserva un aire de otra época, una resistencia invisible hacia la modernidad. Y porque se siente la cercanía de la gente con la cancha. Santa Laura es un estadio querido para los hinchas azules. Muchas veces hicimos de local allí. En la final del campeonato de Apertura 2009, también fuimos locales jugando de visita. De los quince mil y tantos hinchas controlados, según la voz oficial del estadio, al menos diez mil eran azules, quienes llenaron la mitad de la tribuna, la galería norte, la mitad de Andes y un tercio de la galería sur, la recientemente bautizada como Galería Honorino Landa, destinada a la parcialidad hispana. Es decir, todo lo contrario a lo que pensaba el Sr. Segovia, quien ilusamente creyó que Unión sería local en su estadio, un estadio que nunca ha llenado con sus propios hinchas en un partido oficial.

La final de ayer fue una buena final, algo parecido a lo que todos entendemos como definición de una final: dientes apretados, tensión, presión, ansiedad, ilusión, estudio, pase al pie, centros medidos. Tanto o mejor como el partido de ida, jugado tres días antes en el Estadio Nacional, con cincuenta y cinco mil almas, de los cuales apenas dos mil quinientas (de las seis mil que se les asignó) estaban teñidos de rojo. Al partido de ida fui con el Aldo, con quien de chicos (quinto básico) solíamos jugar haciendo estadios de lego. Al partido de vuelta fui con mi hermano Rodrigo, con su camiseta del año 94, la misma que alguna vez a mi me robaron entre seis pendejos apertrechados con amenazantes armas blancas el día que la U salió campeón el 95.

La final de ayer es un resumen perfecto de lo que es la U. Un equipo que genera una pasión descontralada, que hiciera que llegáramos tres horas y cuarto antes de que comenzara el juego para poder entrar tranquilos sin aglomeraciones. Un equipo con una hinchada impresionantemente grande, fiel, entusiasta y con cierta mística. Un equipo que no tiene estadio y que recién en 2010 tendrá su propio complejo deportivo para cadetes y primer equipo en más de ochenta años de existencia. Un romántico viajero, como dice el himno, con una vida fecunda de ideal. Un equipo que hace explotar la tribuna y que todos se vuelvan locos cantando y saltando. Un equipo que aparentemente solo puede ganar sufriendo, como en la semifinal ante Everton y Miguel Pinto salvando un disparo de media distancia o como ayer con un hombre menos los últimos quince minutos y Miguel Pinto atajando todos los desesperados embates hispanos.

Cuando la U sale campeón la mitad de Chile está contenta. Sobre todo, después de tantos años de reveses acumulados: las dos finales perdidas por penales en 2005 y 2006 y la insípida era de Arturo Salah. Cuando la U sale campeón uno se acuerda de muchas cosas. Lo conversábamos ayer con mi hermano: el viaje frustrado a El Salvador el año 94, el encuentro con Leonel Sánchez en la Schopería Munich el 2000, los partidos de Copa Libertadores, el descenso del 88. Tantos partidos, tantos momentos. Cuando la U sale campeón aparece el bombo desde afuera del estadio y se arma una fiesta impresionante, nos compramos unas banderas del recuerdo y la salida de Santa Laura, con una luz mortecina, solo se puede hacer cantando, con la voz pastosa de tanto gritar, con el rostro lleno de felicidad y con una mano haciendo flamear una bandera de color azul. Es todo esto algo próximo a la máxima felicidad.

2 comentarios:

  1. Excelente tu blog Pipo, y felicidades por la 13 que les cayo del cielo como siempre, sufriendo y con los dientes apretados. De hecho, el trato elegante del balon lo has trasladado a tu pluma al punto que da gusto leer tu blog aunque lo haya escrito un hincha del chuncho (eso es trascender, o no?) Nuevamente felicitaciones y me permito arengar a tus lectores para que comenten mas las entradas carajo, faltan mas comentarios aca!!!

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  2. Gracias Moncho por el envión. Difunde el blog por tus lares...

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