miércoles, 1 de abril de 2009

Releyendo a Vicente Huidobro

A propósito de una reseña que me tocó escribir para una revista, tuve que leer una antología de la obra poética de Vicente Huidobro escrita en español. Es decir, el francés, ¡chao! ¡Chao galicismo mental! Solo español.

La edición, a cargo del poeta Oscar Hahn, realmente es un lujo: contiene lo mejor de la obra del "padre del creacionismo", como rezaba el libro Crecer por la palabra que usábamos en las clases de castellano en el colegio. El criterio es simple: parte con su primera obra declaradamente creacionista, El espejo de agua, de 1916, pese a que llevaba a la fecha otros cinco libros publicados.

Y lo verdaderamente importante de todo esto es que ha sido un agrado volver a leerlo. Sobre todo, por su vitalidad. Más que por su poesía (intensa, intensísima) por la actitud vital que se desprende de ella: ese vigor nietzscheano de querer hacerlo todo, de querer romperlo todo, de querer hacer todo de nuevo, de ¡crear!


Después de haberlo tenido abandonado por mucho tiempo, me vuelvo a declarar huidobriano como hace quince, veinte años, cuando descubrimos que escribir poesía era mucho más que escribir con métrica y hacia abajo, cuando descubrimos que la poesía es, en realidad, una actitud más que un texto escrito en papel, cuando el mundo se abría entero para que nosotros pudiéramos descubrirlo y sobrepasarlo. Vicentico: una vela para Ud. en el panteón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario