Ayer completé mi álbum de la U. No fue emocionante. No compré ninguna lámina en ningún kiosko. No me demoré semanas. No alcancé a llenar el cuadro de las láminas que ya tenía. Ni siquiera alcancé a leer las breves reseñas que acompañan las figuritas. Fue todo demasiado rápido. Sucedió en menos de veinticuatro horas: el lunes fui a Salo, compré el álbum, más dos paquetes de 25 sobres cada uno y a la noche comencé a llenarlo. Extrañamente, ninguna lámina se repetía. Luego se hizo tarde y ya era hora de acostarse. Al día siguiente, en vez de revisar los contenidos que debía pasar en la clase que tenía más tarde, me dediqué a completar mi álbum, rompiendo sobre tras sobre, compulsivamente, ¡hasta que se llenó! Luego, después de mi clase, después de haber despachado con prontitud a mis estudiantes, caminé rápidamente en dirección a Salo a canjear mis premios por el álbum completo para recibir de regalo un poster gigante, unos stickers y un set de chapitas. Además, debía escoger otro álbum. Había dos posibilidades: uno de alienígenas y otro de una cantante pop teenager. Pensé en las mellizas sobrinas de la Ale y me llevé este último para regalárselas. ¡Y sería todo! ¡Se acabó la emoción! ¡Mi placer culpable duró demasiado poco!Benjamin señala que el mundo de la infancia es un mundo socialmente inaccesible, su mitología se disuelve en el espacio de la historia. Por lo tanto, la recurrencia a los más oscuros recreos de la infancia solo puede ser posible a través de la apropiación de las energías inconmensurables del sueño, es volver al “sueño del pasado”.
He llenado mi álbum y siento la alegría de haberlo hecho. Es más, es el primer álbum que he llenado en mi vida. Cuando chico, la mesada siempre se hacía insuficiente para comprar los sobres y a veces era más importante un helado que una lámina. Cuando grande, con mi primer sueldo, coleccioné un álbum histórico de la U, pero me faltó una lámina. Y ahora, con un álbum ya lleno, la alegría dura poco y se siente un pequeño vacío que tardará en ser llenado. Es extraño, pero creo que coleccionar, a la larga, hace mal. Te vuelve arisco, monotemático y oscuro, y el sueño de la infancia se acaba rápido. Mejor intentar ser un santo.



Esta es una frase que alguna vez le escuché a Julio Matínez. Y con eso, se refería a esos partidos especiales, que trascienden fronteras, en donde lo que se juega es mucho más que un simple partido de fútbol. Detrás de un típico partido de Copa Libertadores no solo hay cincuenta años de historia, hay toda una tradición latina, una manera única de vivir el fútbol, una manera de sentirlo comparable solo a un clásico local o a un partido de la selección nacional que llena la noche aún tibia de comienzos de otoño, como si el verano aún nos quisiera abrazar. Pero ni siquiera eso, es el momento cuando toda América tiene los ojos puestos e



