martes, 3 de marzo de 2009

Nos habíamos amado tanto




Nos habíamos amado tanto es de 1974 y es de Ettore Scola. La vi un sábado en la mañana, acostado, a oscuras. La había arrendado en Bazuca el día anterior. Después supe que Jano, mi suegro, la tenía en su casa. Me la hubiera prestado. Él es cinéfilo y siempre me cuenta de películas de "aquella época", en especial, de su género favorito: el western. En cierta medida, ha colaborado en mi formación cinematográfica, iniciada hace muchos años por la influencia de un profesor muy recordado que tuve en el colegio: el chico Ponce, quien me enseñó el cine de Fellini, entre otros, en su curso de Estética. Notable.

Pero volvamos a la película. No recuerdo por qué la quise ver. Simplemente la tenía en mente hace muchos años. Como siempre, Ale me acompañó. Es la mejor compañera de butaca. La vimos arropaditos, con algo de frío, como si el otoño ya quisiera llegar. La primera escena es extraña: se repite una y otra vez, una cinco veces con una música tremebunda de fondo, y en cada escena se da un poco de información nueva. Pero la información es necesaria para comprender la historia: tres personas vienen a ver a un amigo a una casa acomodada de las afueras de Roma. Este sale en bata de su casa y se tira un hermoso chapuzón en su gran alberca. La imagen se congela con el sujeto en el aire y comienza el relato: un largo racconto, que involucra a los cuatro personajes: tres amigos y una dama y, se entiende, los líos amistosos y amorosos que se suscitan en treinta años o más de historia, desde que los tres amigos luchaban en la resistencia italiana contra el frente fascista ítalo-alemán hasta que ya viejos se vuelven a reunir por casualidad. La ciudad de fondo es Roma, bella, desordenada, latina. La música, nostálgica.

Francamente no sé muy bien por qué me parece una película entrañable. Tal vez, porque ya treintón, las cosas se ven con una cierta distancia. Haciendo un ejercicio de vidas paralelas (un querido profesor de literatura siempre me recomendó Vidas paralelas de Plutarco como un modelo de las enseñanzas que se logran a partir de las acciones de los otros, la misma función que siglos más tardes cumplió el género hagiográfico: la vida de santos), debe ser porque la vida de estos sujetos la he visto o la he vivido en parte. En realidad, se trata de cosas que pasan, y con frecuencia. Es difícil ser el mismo, siempre. Y el que es el mismo, siempre, termina pagando de la misma forma, casi, que el que vendió todos sus ideales. En este sentido, no sé si quedarme con el traidor o con el idealista. O tal vez con ninguno, mejor con el tercero: el más sencillo y honesto de todos. Pero, claro, hay que ver la película para entender todo esto. Es absolutamente recomendable, al estilo Jules et Jim de Truffaut, pero quizás más cercana, y, también, como esas queridas y tradicionales películas italianas que cuentan historias de vida en lapsos prolongados de tiempo, como la reciente La mujer juventud.

Por último, para los cinéfilos enfermos, imposible no sonreir y emocionarse con los guiños y homenajes a De Sica, Antonioni y Fellini.


4 comentarios:

  1. Esta película, por años ha sido "la" favorita y, en el peor de los casos, ha bajado al top 5. La vi hace 20 años, con compañeros de colegio, en esos ciclos de Scola en el Normandie. Diría que quí no hay héroes, sino simplemente la vida misma. Quizás uno sueñe cpon ser más uno que otro, pero termi na reconociéndose en el otro. Como en las historias de H. Hesse. Interpela.

    Furre.

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  2. Debe haber sido en el viejo Normandie, ese de Plaza Italia... Interpela, absolutamente. ¡Para verla en diferentes épocas!

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  3. grande claudio, buen blog, me interesó esta peli italiana, ¿la copiaste? Respecto del nombre, yo lo traduciría como "nos éramos tan amados". Ci vediamo presto....

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  4. No soy muy aficionado a coleccionar películas. Otro tipo de colecciones ya me tienen absolutamente sobrepasado... Eso sí, tengo unas ganas de aprender italiano...

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