lunes, 30 de marzo de 2009

12 hombres en pugna

Los norteamericanos, sin duda, deberían sentirse orgullosos de su sistema de impartir justicia. Acuden a ciudadanos comunes y corrientes, quienes no se conocen entre sí, para consensuar un dictamen en un juicio. Debe ser una tremenda responsabilidad tener que decidir, a la luz de lo expuesto, si una persona es culpable o inocente. 12 hombres en pugna (1957) habla de esto y mucho más, mostrándonos el lado más terriblemente humano de los seres humanos. 12 angry men es su título original y es una de las mejores películas que me ha tocado ver en mucho tiempo, por su intensidad, porque capta la atención de principio a fin y porque muestra doce tipos humanos completamente diferentes que deben expresarse en un momento de máxima tensión. Jano, como siempre, la recomendó. Y es más, hizo lo imposible para que la viéramos: la buscó en el centro, la compró y nos la prestó aún sin haberla abierto, en un acto que solo los amantes del cine suelen generosamente realizar.

La mayor parte de la película transcurre en un espacio cerrado. Esa claustrofobia la asemeja a una sala de teatro. Es más, el excelente guión bien parece una obra de teatro, y el calor que agobia a la ciudad y, por ende, a la sala donde debaten los doce hombres, se parece al calor que agobia el espacio cerrado de Comedia. Tragedia en un acto, de Nikos Kazantazakis o el que amenaza el ascensor de A puertas cerradas, de Jean Paul Sartre, en donde se señala que "el infierno son los otros". En ambas obras, el modo de ser del ser humano en momentos extremos está en juego y la fe en él se desenvuelve entre el optimismo y el pesimismo. Aquí, su naturaleza también se tensiona y se la relaciona a la creencia de que la convivencia en una sociedad democrática es lo mejor que ha podido inventar, por lo que depende de ellos revalidar esa opción.

En esta notable película hay un joven de 19 años que arriesga la silla eléctrica acusado de haber acuchillado a su padre. Tras una semana de juicio, el jurado debe señalar la culpabilidad o inocencia del acusado, y deben hacerlo por unanimidad según dictan las leyes del condado. La película comienza con el jurado retirándose del estrado e ingresando a la sala donde deben acordar la sentencia. De acuerdo al conteo inicial, 11 hombres están a favor de declarar al chico culpable y solo uno cree que puede ser inocente. Este, ni siquiera está seguro, solo se acoge al beneficio de la duda y plantea la importancia de hablar sobre el tema. Mal que mal, de ellos depende la vida de un ser humano. Y ahí empieza todo: ¿cómo convencer al resto de aquello? De esta manera se van desmascarando cada una de las formas de ser, los temores y prejuicios, el sadismo y la venganza, la nobleza y la altura de miras, la sapiencia y la poca inteligencia, la ligereza, la banalidad, la descalificación gratuita. 12 tipos y 12 maneras de ser que muestran lo mejor y lo peor del ser humano, lo elevado y lo excecrable, la valientía y la cobardía.

En una sociedad donde no se acostumbra a debatir permanentemente y en donde arrecian los prejuicios y los juicios ligeros, sin mayor fundamento, esta película nos enseña la importancia del debate y la necesidad de construir argumentos y ponerlos en juicio para construir pensamiento. Nos enseña a ser ciudadanos responsables de nuestros dichos y nuestros actos. Y nos recuerda que dentro de cada ser humano existen las más complejas e impensadas razones para pensar u obrar de determinada manera. Una película para ver una y mil veces, llena de detalles, un espejo que a veces no queremos mirar.




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