No siempre las palabras revelan todo lo que debieran decir sino hasta que enraízan en la experiencia. La palabra nostalgia, por ejemplo, verdaderamente no tiene sentido si no se ha vivenciado la pérdida, la lejanía o el exilio. Jorge Ladino Gaitán, cuyo segundo nombre sí revela algo de su realidad, quizás algo tocado por la cerveza del pobre bar universitario frente al campus, a veces se paraba frente al wurlitzer y gastaba sus monedas de cien pesos en viejas canciones rockeras de Rata Blanca buscando tal vez en ellas algún rostro, una mano o las simples palabras de otros, mientras algunos intentábamos hacerlo sentir de mejor manera hablándole de su querida Selección Colombia y de viejos estandartes como el Pibe Valderrama, el caszelistico Willington Ortiz o el pistolero Tino Asprilla. Pero verdaderamente, por más que empatizáramos con él, estábamos muy lejos de poder entender el hecho mismo de estar parado frente a un wurlitzer. En las manos apoyadas sobre la caja de metal y en el rostro semicabizbajo se manifestaba el verdadero significado de la palabra nostalgia.
Las cosas, los hechos, algunas circunstancias o ciertas historias, incluidas algunas ficciones, parecieran hablarnos a veces de su ilegibilidad si no recae sobre ellas un sentido. Toni, por cierto, probablemente no se preocupe de estas cosas, pero el día que recibió una llamada estando sentado en su oficina del Tustin Drive Center, apenas sintió el “sí, po” tan característico del español coloquial de Chile, respondió con un “cómo estai” igualmente diferenciador, como para dar a entender que en estas tierras uno nunca está realmente solo. Una hora más tarde, sentados arriba de un Toyota Camry del año en curso, Toni gesticula y mueve las manos al mismo tiempo que serpentea por las calles de Irvine, y desde su español de hijo de mexicano nacido en Estados Unidos, nos habla de su estadía de seis meses en Santiago de Chile estudiando historia en la Universidad Andrés Bello, de cómo en una ocasión perdió su tarjeta Bip! saliendo del Estadio Nacional y sin dinero, logró volver a casa gracias a unas personas que le regalaron una tarjeta cargada, de cómo en otro momento, el mismo día que partía de vuelta, perdió su pasaporte y alguien se lo devolvió al poco rato y, en suma, de cómo los momentos vividos junto a su “familia” de la comuna de La Reina le permitieron generar una connotación positiva hacia la palabra Chile. Desde entonces, como respondiendo a una deuda de gratitud, pasamos a ser los protegidos de Toni y de vez en cuando nos va a buscar y a dejar a nuestro departamento, para que podamos acceder a arriendos de autos a bajo costo y así conocer lo que él denomina “la loca California”. Casi mágicamente, por arte del destino, una simple llamada telefónica cobra sentido cuando a través de las ondas resuena el habla chilena perdida en medio de la costa oeste de Norteamérica.
Algunas otras cosas también cobran sentido cuando nos paramos un rato a hacer conexiones y nos damos cuenta que las clásicas películas hollywoodenses de estudiantes universitarios revelan una cierta verdad que va mas allá de todo estereotipo. Sentado en una mesa de un casino estudiantil, en medio de la comida china comprada en Panda Express, surgen como desplegadas del suelo las figuras acostumbradas a ser reconocidas en las películas de factura estadounidense: el grupo de winners (por lo general, tipos y tipas esbeltos y con aire deportivo), los losers (solitarios en un rincón con la vista apagada), los freaks (con cierta onda, pero fuera de la norma, por ende, igualmente sancionados), los queers, los nerds, etc., cada grupo completamente separado del otro y con evidentes muestras de no generar ningún tipo de cruce. Por otro lado, atendiendo a una categorización multicultural por raza y nacionalidad aparecen por allá los afros, por acá los chinos. Un poco mas allá los musulmanes y luego los hindúes. Y, por último, los latinos. Todos juntos y revueltos, pero infinitamente separados, refrendados en instituciones como las fraternidades o la Chinese Association. Termino de comer mi Thai Cashew Chiken con fried rice y pienso que definitivamente de haber estudiado pregrado aquí hubiera caído a una de las categorías más bajas, sobre todo cuando trato de expresarme en mi pésimo inglés y pido que me repitan o hablen más lento porque no entiendo, y no dejo de leer en los rostros de mis interlocutores frases como “y este tipo qué hace aquí”, “deja de hacerme perder el tiempo, estúpido”, “entiérrate y andar a comer pasto”.
Sin embargo, al lado de todos estos personajes de película, pienso en las grandes significaciones que deben tener en las vidas cotidianas de los que están afuera del campus universitario -la gente algo más real-, las frases, palabras y gestos de moneda corriente con que a diario se encuentran personajes como el taxista pakistaní que desea que le enseñe español, el mexicano que atiende en el mesón de la comida rápida, los dos que rezan en el suelo en dirección a La Meca, el hondureño que envía cincuenta dólares a un pariente y le cobran 15% de comisión y, en general, todo aquel que alguna vez ha sentido en la piel las resonancias lacerantes de las palabras inmigrante y lejanía: Jorge Gaitán en Chile, Luz María y Cristian en España, Jorge y Camila en Francia, y otros tantos como nosotros aquí en California, a veces sin darnos cuenta, a veces de manera más endógena que exógena, pero siempre resguardados, al menos, por personas como Toni, Lucía, Martín o Richard, nuestra pequeña “familia” californiana, con quienes estas palabras se recubren, al menos, de cierta gratitud por hacernos sentir menos lejos de casa.
Que bueno, me encanta esos lugares, estoy esperando las vacaciones del trabajo más un dinero que me deben para poder viajar por una empresa de viaje que sea economico. Al lugar que estoy planeando ir es para Turín, Italia, me encanta, he visto varios lugares por internet y me parece increible.
ResponderEliminarFuente: tour operator per ecuador e galapagos