
Pero hoy, sin embargo, la ciudad es apenas una excusa para escribir sobre otra cosa. Esta terraza del cerro Santa Lucía, con su ánimo calmo, distraído e indiferente, es la plataforma para situar una historia que en verdad no ocurre en ninguna parte. Mejor dicho, no ocurre propiamente aquí, en el lugar de fundación de la ciudad de Santiago. Es un envoltorio, digo, para realizar un paralelo -vieja táctica- entre los sentimientos de quien escribe y las caracterísitcas descriptivas del lugar; de esta manera, el lugar termina siendo una proyección del estado de ánimo del narrador. Este, sin duda, hermoso escenario, es apenas el lugar ideal, entonces, el lugar que da paz, el lugar que permite extenderse, en realidad, sobre otra cosa, largamente y sin preocupaciones. Recordemos, una vez más, que todo lo que se dice aquí, va acompañado de este envoltorio.

El 15 de junio de 2009, en cambio, once años después, supe que sería padre, que me tocaría a mí, ahora, asumir ese extraño rol. Para mí, lo único verdadero: que nada, nunca, en la vida, es casual. A Ernesto Sabato fue al primero que le escuché esta teoría. Después sabría de otras concepciones, algo más antiguas, como la que proviene de la tradición romántica: que el universo es un poema, un texto o tejido de signos, y en él todo se corresponde porque todo ritma y rima. Esto genera una doble consecuencia: en primer lugar, que el poeta se vuelve un descifrador o transcriptor del universo y sus ritmos, que se le revela a través de una suerte de espejo mágico, tal como fue trabajado especialmente por los poetas alemanes e ingleses. En segundo lugar, que el poeta, al convertirse en un vidente, lo que en verdad provoca es la muerte del autor, ya que no es él quien escribe, sino que es el universo quien lo hace a través de él. De esta manera, el poeta se vuelve un médium y el verdadero autor del poema es, en realidad, el lenguaje. Sea como sea, mi única verdad es que creo ciegamente en que hay conexiones secretas que resultan sorprendentes y simbólicas y que eso tiene relación con un orden de las cosas especial, oculto, que hay que ver. En este caso particular, creo que este hecho, lo visto, tiene relación con la fecha y con la reflexión que suscita el ciclo de la vida. La vida va y viene como un reloj inescrupoloso que gira para adelante y para atrás de manera caprichosa. Algunos escritos intentan captar esos movimientos secretos para darles un sentido. A veces las cosas se dejan leer.
